Empleamos este modismo para indicar que algo que se hace sin orden ni sentido.
Este antiguo uso ya lo encontramos en "El Quijote" en la parte poética preliminar de la novela, en la que Cervantes juega con el doble sentido, al hablar de las doncellas que malgastaban su tiempo con banalidades; por un lado expresa la voluntad de no querer hablar de ellas "sin ton ni son" y por otro las adjetiva, llamándolas "tontas y locas".
Este sarcástico empleo de la expresión es recurrente en la historia.
El licenciado Juan de Robles en una de sus obras, en el siglo XVII, también hace referencia a dicho empleo al narrar el encuentro del fraile agustino Fray Juan Farfán con unas monjas, las cuales le pidieron, sin tiempo para su estudio, que diera el sermón en la misa. En el mismo, se excusó de ello diciendo "Al fin, hoy predicaremos a tontas y a locas".
En los años 20 lo encontramos en un relato atribuido a Jacinto Benavente en el que se narra que las organizadoras de un club femenino le pidieron, el mismo día de su visita, que diera un discurso. A tal petición respondió que no le gustaba "improvisar, hablar a tontas y a locas", siendo de nuevo mordaz con el doble significado.
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