Este sustantivo se aplica a las sustancias que tienen la propiedad de estimular el apetito sexual. Los griegos ya conocían el efecto de algunas hierbas como estimulantes sexuales y hacían con ellas infusiones, que llamaron aphrodisiakós. El vocablo surgió del nombre de la divinidad Afrodita, hija de Zeus y Dione, diosa del amor erótico y amante de Adonis. Según otra tradición, Afrodita era hija de Urano, cuyos órganos sexuales, extirpados por Cronos, cayeron al mar y engendraron a la diosa, que por eso se llamó ‘nacida de las olas’. En Roma, Afrodita fue identificada con la antigua divinidad latina Venus, de la cual pretendía descender la familia o gens Iulia, a la que perteneció Julio César. A pesar de que la palabra griega tiene más de dos mil quinientos años, el primer registro de afrodisíaco que se conoce en castellano data de 1867.
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