viernes, 2 de octubre de 2015

Imaginando...

Casi de repente, sin apenas percibirte;
te metes en mi vida, en mi ser,
en lo más profundo de mí,
encontrando en ti mi reflejo,
la comprensión que nunca sentí,
el entendimiento de dos almas,
que sin tan siquiera saberlo,
vagan, aisladas de todo,
en busca de la una la otra,
descubriendo que el par perfecto existe,
que nada es como nos dicen,
que la distancia no existe,
que el amor no tiene fronteras,
que la edad no es sino un número que,
en vez de alejarnos, nos acerca,
que la verdad recompensa,
y el dolor, poco a poco, se va.
Que no hay ya soledad,
porque sé que existes tú,
que eres el sueño real,
de lo que siempre esperé.

Te pienso cuando te hablo,
Cuando duermo te sueño,
Cuando despierto te tengo,
Y en mi deambular por el día.
en silencio grito tu nombre.

Te amo por lo que eres,
por lo que siempre mostraste,
por tu dulzura infinita,
por tu vergüenza de niña.
Mi niña de largos cabellos
y de mirar escondido,
tras tus cristales de vidrio,
que intentan disimular
que por mí bebes el mar,
si ello fuera preciso,
y mientras te veo en silencio
adivino casi todo  lo que fuiste,
has sido y serás.

A ti te entrego quien soy,
por tu bondad verdadera,
que, sin habérselo propuesto,
de la mía se ha hecho dueña.
Por ti me alejo de todo y de todos,
queriendo perderme en tu cuerpo,
en el amor de tu alma,
en tu dulzura de nena,
en tus sueños más hermosos.

En ti de la verdad me hago señor,
de tus manos bebo el agua
que ha de saciar mi boca sedienta,
que por no tener, no tiene ni recuerdos.

Quiero tus besos, mi vida,
besos interminables, de ternura,
húmedos de amor con miel,
largos, muy largos, mi vida,
para volver a acordarme,
que en los besos soy de nuevo,
quien se perdió sin querer.

En ti quiero despertar,
con el sabor de tu piel.
tus manos sintiendo las mías,
tus ojos mirando mis ojos,
tu cuerpo buscando mi cuerpo,
sin importarnos el tiempo,
Ni la gente, ni el pasado.
tan sólo tú y yo entregados,
al placer de amarnos y amarnos.

Eres tú, mi dulce amor,
lo que siempre he procurado,
y Dios, en su enorme grandeza,
como manantial de agua fresca,
en pleno desierto ocre y yermo,
a mi lado te ha dispuesto.

Eres tú, mi vida,
mi tierno amor verdadero,
por quien, sin tener nada,
hasta mi alma daría,
sin tan siquiera pedirla.
Eres tú, eres tú, eres tú,
quien mi corazón anhelaba.


No hay comentarios:

Publicar un comentario