Consuelo al que se recurre en momentos en los que gobierna el escepticismo. Hay veces en que todo sale mal, en que se pierden muchas cosas, de valor afectivo o material, y es posible que no se pueda estar peor, pero uno sigue contando con la vida, con la propia existencia, seguramente lo más importante para un ser humano. Eso provoca que, a pesar de todo, se confíe en que el futuro pueda depararnos algunos momentos favorables. El concepto guarda total correspondencia con otra frase muy común: “La esperanza es lo último que se pierde”.
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