La limosna consiste en objetos, generalmente dinero, que se entregan por amor a Dios o al prójimo, más frecuentemente en colectas religiosas. A veces se ofrece a un santo en particular y de ese hecho deviene la expresión. En la vida cotidiana se usa la frase, muy creativa por cierto, para advertir cuando una persona recibe un favor, un obsequio, una ayuda o una alabanza desmedida, se cree que hay algo detrás de dicha acción. La desconfianza suele radicar en tres factores muy recurrentes. Primero, se sospecha a partir de la poca credibilidad de la que goza el sujeto que entregó la limosna. Segundo, es muy probable que quien efectuó la contribución tenga intenciones ocultas, como pedir algo a cambio. Por último, lo que se recibió, quizás no posea el valor que aparenta.
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