sábado, 14 de noviembre de 2015

Yerma (Fragmento) - Federico García Lorca

CUADRO PRIMERO 
Casa de la Dolores, la conjuradora. Está amaneciendo. Entra Yerma con Dolores y dos Viejas.  


DOLORES. Has estado valiente.  

VIEJA 1. No hay en el mundo fuerza como la del deseo. 

VIEJA 2.Pero el cementerio estaba demasiado oscuro.  

DOLORES. Muchas veces yo he hecho estas oraciones en el cementerio con mujeres que ansiaban críos, y todas han pasado miedo. Todas, menos tú.  

YERMA. Yo he venido por el resultado. Creo que no eres mujer engañadora.  

DOLORES. No soy. Que mi lengua se llene de hormigas, como está la boca de los muertos, si alguna vez he mentido. La última vez hice la oración con una mujer mendicante, que estaba seca más tiempo que tú, y se le endulzó el vientre de manera tan hermosa que tuvo dos criaturas ahí abajo, en el río, porque no le daba tiempo a llegar a las casas, y ella misma las trajo en un pañal para que yo las arreglase.  

YERMA. ¿Y pudo venir andando desde el río?  

DOLORES. Vino. Con los zapatos y las enaguas empapadas en sangre..., pero con la cara reluciente.  

YERMA. ¿Y no le pasó nada?  

DOLORES. ¿Qué le iba a pasar? Dios es Dios.  

YERMA. Naturalmente. No le podía pasar nada, sino agarrar las criaturas y lavarlas con agua viva. Los animales los lamen, ¿verdad? A mí no me da asco de mi hijo. Yo tengo la idea de que las recién paridas están como iluminadas por dentro, y los niños se duermen horas y horas sobre ellas oyendo ese arroyo de leche tibia que les va llenando los pechos para que ellos mamen, para que ellos jueguen, hasta que no quieran más, hasta que retiren la cabeza "... otro poquito más, niño... ", y se les llene la cara y el pecho de gota blancas.  



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