PAULA. ¡Te casas, Dionisio!
DIONISIO. Sí. Me caso, pero poco…
PAULA. ¿Por qué no me lo dijiste…?
DIONISIO. No sé. Tenía el presentimiento de que casarse era ridículo… ¡Que no me debía casar…! Ahora veo que no estaba equivocado… Pero yo me casaba, porque yo me he pasado la vida metido en un pueblo pequeñito y triste y pensaba que para estar alegre había que casarse con la primera muchacha que, al mirarnos, le palpitase el pecho de ternura… Yo adoraba a mi novia… Pero ahora veo que en mi novia no está la alegría que yo buscaba… A mi novia tampoco le gusta ir a comer cangrejos frente al mar, ni ella se divierte haciendo volcanes en la arena… Y ella no sabe nadar… Ella, en el agua, da gritos ridículos… Hace así: «¡Ay! ¡Ay! ¡Ay!» Y ella sólo ama cantar junto al piano El pescador de perlas. Y El pescador de perlas es horroroso, Paula. Ella tiene voz de querubín, y hace así:(Canta.) Tralaralá… piri, piri, piri, piri… Y yo no había caído en que lasvoces de querubín están llenas de vanidad y que, en cambio, hay discos de gramófono que se titulan «Ámame en diciembre lo mismo que me amas en mayo», y que nos llenan el espíritu de sencillez y de ganas de dar saltos mortales… Yo no sabía tampoco que había mujeres como tú, que al hablarnos no les palpita el corazón, pero les palpitan los labios en un constante sonreír… Yo no sabía nada de nada. Yo sólo sabía pasear silbando junto al quiosco de la música… Yo me casaba porque todos se casan siempre a los veintisiete años… Pero ya no me caso, Paula… ¡Yo no puedo tomar huevos fritos a las seis y media de la mañana…!
PAULA. (Ya sentada en el sofá.) Ya te ha dicho ese señor del bigote que los harán pasados por agua…
DIONISIO. ¡Es que a mí no me gustan tampoco pasados por agua! ¡A mí solo me gusta el café con leche, con pan y manteca! ¡Yo soy un terrible bohemio! Y lo más gracioso es que yo no lo he sabido hasta esta noche que viniste tú… y que vino el negro…, y que vino la mujer barbuda… Pero yo no me caso, Paula. Yo me marcharé contigo y aprenderé a hacer juegos malabares con tres sombreros de copa…
PAULA. Hacer juegos malabares con tres sombreros de copa es muy difícil… Se caen siempre al suelo…
DIONISIO. Yo aprenderé a bailar como bailas tú y como baila Buby…
PAULA. Bailar es más difícil todavía. Duelen mucho las piernas y apenas gana uno dinero para vivir…
DIONISIO. Yo tendré paciencia y lograré tener cabeza de vaca y cola de cocodrilo…
PAULA. Eso cuesta aún más trabajo… Y después, la cola molesta muchísimo cuando se viaja en el tren…
(DIONISIO va a sentarse junto a ella.)
DIONISIO. ¡Yo haré algo extraordinario para poder ir contigo!… ¡Siempre me has dicho que soy un muchacho muy maravilloso!…
PAULA. Y lo eres. Eres tan maravilloso, que dentro de un rato te vas a casar, y yo no lo sabía…
DIONISIO. Aún es tiempo. Dejaremos todo esto y nos iremos a Londres…
PAULA. ¿Tú sabes hablar inglés?
DIONISIO. No. Pero nos iremos a un pueblo de Londres. La gente de Londres habla inglés porque todos son riquísimos y tienen mucho dinero para aprender esas tonterías. Pero la gente de los pueblos de Londres, como son más pobres y no tienen dinero para aprender esas cosas, hablan como tú y como yo… ¡Hablan como en todos los pueblos del mundo!… ¡Y son felices!…
PAULA. ¡Pero en Inglaterra hay demasiados detectives!…
DIONISIO. ¡Nos iremos a La Habana!
PAULA. En La Habana hay demasiados plátanos…
DIONISIO. ¡Nos iremos al desierto!
PAULA. Allí se van todos los que se disgustan, y ya los desiertos están llenos de gente y de piscinas.
DIONISIO. (Triste.) Entonces es que tú no quieres venir conmigo.
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