Metafórica alusión aplicada a aquellos casos en que hay demasiados preparativos o alardes y las consecuencias o los contenidos son pobres o bien no alcanzan a satisfacer las expectativas. Dicen que nació en 1597, en una estrategia usada por el capitán Hernán Tello de Portocarrero para que sus tropas españolas pudiesen ingresar en Amiens, durante las guerras de Flandes. El militar habría arrojado intencionalmente unas canastas llenas de nueces en el ingreso principal a dicha plaza enemiga, provocando mucho ruido y la distracción de los vigilantes. Lo dicho no está corroborado por los historiadores, si bien es real que la toma de Amiens fue insólita. Dicha frase, además, fue el título de una obra del afamado dramaturgo británico William Shakespeare (1564-1616), quien la escribió allá por 1600. En ella se critica el acartonamiento de la sociedad italiana de la época (la escena se desarrolla en Messina), cuando las formalidades ocupaban un irritante lugar de privilegio.
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