Entonces fueron al más correr de sus caballos, el uno contra el otro, e hiriéronse1
en los escudos y el caballero
falsó2
el escudo a Amadís, mas detúvose en el arnés3
y la lanza quebró y Amadís lo encontró tan duramente
que lo lanzó por cima de las ancas4
del caballo, y el caballero, que era muy valiente, tiró por las riendas así
que las quebró y llevólas en las manos y dio de pescuezo y de espaldas en el suelo y fue tan maltratado que
no supo de sí5
, ni de otra parte. Amadís descendió a él y quitóle el yelmo6
de la cabeza y viole desacordado7
,
que no hablaba y tomándole por el brazo tiróle contra sí y el caballero acordó8
y abrió los ojos y Amadís le
dijo:
–Muerto sois, si os no otorgáis9
por preso.
El caballero, que la espada vio sobre su cabeza, temiendo la muerte, otorgóse por preso. Entonces Amadís
cabalgó en su caballo, que vio que Angriote cabalgaba y tomaba sus armas y le enviaba una lanza con su
escudero. Amadís tomó la lanza y fue para el caballero y él vino contra él al más correr de su caballo e hirié-
ronse con las lanzas en los escudos, así que fueron quebradas sin que otro mal se hiciesen, pareciendo por sí
muy hermosos caballeros, que en muchas partes otros tales no se hallarían. Amadís echó mano a su espada y
tornó el caballo contra él y Angriote le dijo:
–Estad10, señor caballero, no os aquejéis de la batalla de las espadas, que bien la podréis haber, y creo que
será vuestro daño.
Esto decía él porque pensaba que en el mundo no había caballero mejor heridor de espada que lo era él.
–Y justemos11 hasta que aquellas lanzas nos fallezcan o el uno de nos caiga del caballo.
–Señor –dijo Amadís–, yo he qué hacer en otra parte y no puedo tanto detenerme.
–¿Cómo –dijo Angriote–, tan ligero os cuidáis de mí partir12? No lo tengo yo así, pero ruégoos mucho que
antes de las espadas justemos otra vez.
Amadís se lo otorgó, pues que le placía y luego se fueron ambos y tomaron sendas lanzas, las que le más
contentaron y alongándose13 uno de otro se dejaron venir contra sí e hiriéronse de las lanzas muy bravamente
y Angriote fue en tierra y el caballo sobre él y Amadís, que pasaba, tropezó en el caballo de Angriote y fue a
caer con él de la otra parte, y un trozo de la lanza que por el escudo le había entrado con la fuerza de la caída
entróle por el arnés y por la carne, mas no mucho, y él se levantó muy ligero como aquél que para sí no quería
la vergüenza14, de más sobre caso de su señora y tiró aína15 de sí el trozo de la lanza...
1
En la Edad Media, y todavía cuando se escribió esta obra, el verbo «herir» significaba ‘golpear’ (aunque en el golpe
no se produjeran heridas corporales).
2
falsó, rompió.
3
arnés, parte de la armadura que protegía el cuerpo.
4
ancas, cada una de las dos mitades laterales de la parte posterior de las caballerías y otros animales
5
no supo de sí ni de otra parte, perdió el conocimiento.
6
yelmo, casco.
7
desacordado, sin sentido, sin conocimiento.
8
acordó, recobró el sentido.
9
otorguéis, el verbo «otorgar» significa en este fragmento ‘aceptar’ o ‘admitir’.
10 estad significa aquí ‘quedaos quieto o tranquilo’.
11 justemos, luchemos.
12 ¿tan ligero os cuidáis de mí partir?, ¿tan pronto queréis separaros de mí?
13 alongándose, alejándose.
14 Se refiere a la vergüenza de quedar caído y derrotado.