Empleamos esta expresión cuando hacemos caso omiso a las indicaciones que alguien nos da o no le tenemos en consideración.
La figura del sereno apareció en España a principios del Siglo XVIII y entre otras funciones como dar las horas en punto, anunciar el parte meteorológico y ayudar a los transeúntes, se les sumaba también las de seguridad y aviso de incendios. Para estas últimas, empleaba un silbato o pito con el que avisaba a la policía o a los bomberos según el caso. Tal era el celo que algunos serenos ponían en sus funciones que a veces hacían sonar el pito por incidentes menores, a los cuales los cuerpos de seguridad empezaban a ignorar y por ende los vecinos.